divendres, 26 de maig del 2017

LOS RECUERDOS DE ALBERTO SIERRA ALFONSO. LA LLEGADA A GAVÀ

El año 1912, Eleuterio Alfonso Sanchís, mi abuelo materno, emigró desde Olocau (Valencia) a Gavá. Eleuterio tenía mujer y tres hijos y estaba aburrido de ir a la huerta -dos horas de camino- para no ganar ni un duro, porque lo que le daban se lo gastaba en subsistir. Y mi abuela en casa, esperando para poder ir a la plaza, y él volvía de vacío.

Mi abuelo sabía que en Gavá había más jornales en la agricultura y se vino para aquí. En seguida encontró trabajo en la masía Barrera y le dijeron que, si quería, podía ir cada día. Contento, llamó a su hija mayor, que tenía doce años, (la que después sería mi madre) para que viniera a coger espárragos en Les Sorres. Más adelante vino mi iaia, con sus otros dos hijos, el Pepico y el Félix, y en 1916 se amplió la familia con el nacimiento de mi tío Enrique, que años después sería también mi padrino. 

 Los chicos, cuando tuvieron la edad, entraron a trabajar en la Compañía Roca Radiadores y mi madre fue a trabajar a la fábrica El Fonollar, en Sant Boi. Entre todos, compraron un solar, y con mucho esfuerzo, se hicieron una vivienda.

Mi padre, el Pepe, harto de pencar por aquellos montes de Gátova, también se vino para Gavá con su hermano Ricardo. Los dos eran menores y pasaron una odisea para llegar hasta aquí. No tenían dinero, pasaron hambre y sed, y el revisor los hizo bajar varias veces del tren, diciendo que tenían suerte de que no llamara a la Guardia Civil. Y así llegaron a Tarragona, y de allí a Gavá, donde vivía su tía Vicenta en el barrio de Las Colomeras. 
 
Mi tío Ricardo se fue a Sant Boi y mi padre se quedó aquí. Trabajó muchos años como mozo y carretero en cal Burot, llevando mercancías agrícolas al Borne. El dueño decía que era el mejor mozo que había tenido nunca.

Alberto Sierra Alfonso

dimarts, 16 de maig del 2017

LOS RECUERDOS DE ALBERTO SIERRA ALFONSO. LA GUERRA CIVIL


Mi padre conoció a mi madre -Amparito- cuando iba a festejar a otra chica que vivía en la misma calle que ella. La vio, y cambió de puerta y, después de mucho insistir, por fin se hicieron novios. Los domingos iban a bailar al Casal del Centre y al Casino, con la orquesta de Rafael Medina, un gran vocalista de la época. Mi madre era una gran admiradora suya, como la mayoría de chicas del momento. Mis padres se casaron el año 1929 y en 1930 nacieron mis hermanos mellizos, Pepe y Antonio. Yo nací en la calle de la Fassina del Moliner en 1936, en tiempos de guerra. 

Mis hermanos y yo pasamos los tres años de guerra en casa, sin gran cosa que hacer, porque mi madre no nos dejaba salir. A mi padre lo movilizaron el año 1937 para ir al frente, y mi madre se quedó desamparada, con tres hijos y sin ningún jornal. Suerte tuvimos de los jubilados, que cultivaban los campos cercanos a la vía del tren y traían lo que recogían a la viudas y a las mujeres que tenían a sus hombres en la guerra. 

Los bombardeos sobre Gavá empezaron en marzo de 1938, porque en la fábrica Roca hacían obuses y era un objetivo militar. También lanzaban bombas indiscriminadamente, sólo por hacer daño. Recuerdo las sirenas, premonitoras de bombardeos y como mi madre y yo nos íbamos a unas zanjas, una casi sin construir. Ella se sentaba en una silla pequeña y yo en su falda.
 
Alberto Sierra Alfonso

dilluns, 15 de maig del 2017

LOS RECUERDOS DE ALBERTO SIERRA ALFONSO. LA POSGUERRA


Acabada la guerra, fuimos a Terrassa para recoger a mi padre, que estaba herido y prisionero. El viaje fue duro porque circulaban pocos trenes. Cuando llegamos a Sans, nos dijeron que no había tren a Terrassa hasta el día siguiente. Nos refugiamos en un portal que era muy ancho, salió una mujer de un piso, y nos invitó a dormir en su casa. Mi madre llevaba patatas y algarrobas en un bolso y algún boniato. El matrimonio que nos acogió, que era muy mayor, se alegró mucho, porque hacía semanas que no tenía patatas. Los mercados estaban desabastecidos, con dinero y sin él. Había mucha hambre. 
 
Al día siguiente, el hombre fue a la estación de Sants a preguntar cuando habría un tren y le dijeron que sobre las diez saldría uno. Por fin pusimos los pies en Terrassa. Mi padre estaba en un caserón desvencijado, sin puertas ni ventanas, que hacía de cuartel y de hospital. Fue horrible, porque se amontonaba mucha gente en una gran sala y muchos me ofrecían galletas, parecían zombis. Me asusté mucho aquel día. Mi padre estaba herido y demacrado, y nos dijo: “ahora son ellos los que mandan. Ayer fusilaron a diecisiete”. Yo no comprendía nada. Fue más tarde cuando comprendí más cosas y el porqué de todo. 
 
Al volver a casa se recuperó enseguida. La herida no era muy grave, una bala le había entrado y salido por el costado, y se le había infectado por falta de higiene. Entró a trabajar para el Baixeras, y luego volvió con el Burot, hasta que entró en la Compañía Roca Radiadores. Todos seguíamos creciendo y en 1944 nació mi hermano Juan. Alquilamos un trozo de tierra y todos a currar, grandes y pequeños, en el campo y en la fábrica. Todos ocupados y así conseguimos salir adelante.

Alberto Sierra Alfonso